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Una Historia de la Fantasía 03 – La Fantasía, el Horror Fantástico y la Ciencia Ficción

por: Claudio Díaz

Hola, amigos de la literatura fantástica. Gracias por los mensajes que me han enviado, trataré de ir cumpliendo de a poco con los pedidos. En este video quiero contestar algunas de las preguntas que me hicieron. ¿Es correcto separar la literatura de ficción en géneros, subgéneros y rótulos varios? Y si es así, ¿Es útil? ¿Sirve para algo?

En mi opinión personal, para un escritor no lo es. Lo importante es que escriba la clase de historia que quiere contar, sin dejarse influenciar por clasificaciones, modas o mercados. Incluso si quiere combinar varios subgéneros de la fantasía, o a ésta con la ciencia ficción, el humor o el policial, pongo por caso, adelante. No hay límites para la imaginación, aunque es cierto que, cuanto más heterogénea sea nuestra propuesta, más tiempo tendremos que trabajar para que el resultado sea legible y convincente. No alcanza con escribir fantasía, hay que hacerla verosímil.

Por otro lado, para un lector sí es importante conocer los distintos géneros y subgéneros dentro de la ficción. ¿Por qué? Porque hace más fácil que encuentre una historia adecuada a su gusto personal cuando entra a una librería. No sé ustedes, pero en mi caso, avanzo directamente a la mesa o estante que exhibe los géneros que me interesan, esquivando con habilidad las masas de bestsellers, recomendados y autoayuda.

Pero entonces deberíamos determinar a qué llamamos fantasía y en qué se diferencia de otros géneros. Permítanme hacerlo de una manera didáctica.

Supongamos que existe un barrio en el cual hay varias manzanas, agrupamiento de casas separadas por calles o avenidas. En este barrio no habitan personas, habitan textos escritos. Hay manzanas dedicadas a las ciencias naturales, a las ciencias sociales, a las matemáticas…

Hay una cuyas casas están habitadas por textos que se ocupan de describir la realidad. Por ejemplo, en esa mansión habitan los libros de historia, en el chalet vecino los reportajes, en la siguiente edificación los ensayos y monografías, en la de más allá las biografías…

Si bien es cierto que, en algunos casos, presentan el sesgo inevitable de quien las ha escrito, están basadas en hechos reales, en estudios concienzudos o en pruebas concluyentes. Pero la manzana que nos interesa está cruzando la avenida, y es la manzana de la ficción literaria. Acompáñenme, pero miren bien al cruzar.

Tres lados de la manzana están ocupados por las historias que, aunque son ficción, pudieron ocurrir en la realidad. Por ejemplo, habrá una casa para los relatos de detectives, otra para las historias de guerra, la siguiente para aventuras en el lejano oeste, más allá la de los relatos de piratas. Se trata de textos que sabemos que son mentira, pero que, si fuesen realidad, no perturbarían las leyes físicas ni nuestro conocimiento de la historia.

Esta manzana de casas tiene un cuarto lado más interesante, el que da a la avenida. Allí se hallan los géneros imaginarios que agrupan historias que no pueden suceder en la realidad, porque desafían las ciencias conocidas o porque aún no tenemos la tecnología necesaria para hacerlas verídicas.

En la casa de la esquina, por ejemplo, habitan los mitos y las leyendas. En sus habitaciones conviven los textos escritos por nuestros antepasados.

Allí encontramos historias de dioses, semidioses, grifos, elfos, centauros, sirenas, enanos, valquirias, genios y muchos seres más. El principal nexo entre ellos es que alguna vez fueron reales para sus lectores. Hoy sabemos que no son historias verídicas, o por lo menos no tenemos pruebas de su existencia. Los Argonautas, Los Nibelungos o la Ilíada no fueron creadas como ficción, más bien pretendían relatar eventos reales, por lo tanto no califican como fantasía. Eso lo encontraremos… en la casa siguiente.

A diferencia de sus vecinos, los relatos que habitan el chalet de la fantasía sí fueron escritos a propósito. Son historias imposibles que, tanto creadores como lectores, sabemos que son mentira, pero suspendemos la incredulidad para disfrutarlos. Allí se encuentran los relatos de fantasía heroica, la fantasía épica, las escuelas de magia, las historias de brujas y hechiceros, los cuentos de hadas, las fábulas de animales, los mundos medievales imaginarios y muchos más.

Es curioso, pero una parte de sus habitantes han emigrado de la casa vecina: aquí también encontramos elfos, dragones, enanos, sirenas, aunque en esta ocasión son versiones surgidas de la mente de los autores. Incluso se pueden hallar adaptaciones modernas de los mitos, alterados para su disfrute, que sí cuentan como fantasía.

La casa contigua es la de la ciencia ficción. Aquí tenemos relatos que no pueden suceder en este mundo y ahora, pero que podrían ocurrir en un futuro cercano, en un mundo paralelo, en otro planeta o en otra época. Esa es la principal diferencia con la fantasía. La ciencia propone que algún día tendremos la tecnología necesaria para hacerlos realidad, como el viaje interestelar, pero siguen siendo, por ahora, ficción especulativa.

Finalmente, si nos movemos hacia la otra esquina, encontraremos los relatos de horror fantástico. Estos también son creaciones de sus autores, aunque algunos protagonistas de sus historias, vampiros, hombres lobo, zombies y aparecidos, hayan emigrado de los mitos y las leyendas, a pocas casas de distancia. Otros personajes, como los dioses primigenios, o el monstruo de Frankenstein, son creaciones exclusivas de este género. Bueno, para ser sinceros, este último tiene un pie en la ciencia ficción, pero volveremos a eso más adelante.

Dando vuelta la esquina, vecino al horror fantástico, tenemos la casa que alberga al horror cotidiano. Pero aquí ya estamos en la ficción posible, con historias de asesinos seriales, locos peligrosos y malvados en general. No existen, pero bien pudieran existir. Incluso pueden estar inspirados en personas reales. Para que quede más claro, el relato El Tonel de Amontillado es un relato de terror posible, aunque haya sido imaginado por Edgar Allan Poe. No hay ley física que impida su desarrollo, mientras que La pata del Mono, de Jacobs, pertenece al horror fantástico y lo encontraremos en la casa anterior.

Volvamos a los géneros imposibles: el horror fantástico, la ciencia ficción y la fantasía. Hay que decir que las paredes y medianeras que los separan no son muy altas y que pueden cruzarse con suma facilidad. Una misma historia puede combinar varios géneros. Así encontramos relatos como El Imperio de los Nigromantes, de Clark Ashton Smith, que narra una historia terrorífica, que ocurre en un mundo fantástico, ambientada en un futuro post apocalíptico durante la última era de la tierra. Doctor Jekyll y Míster Hyde, por su parte, está a caballo sobre la medianera que une al horror fantástico y a la ciencia ficción, así como el mencionado Frankenstein.

Estos saltos pueden darse también a través de los fondos que separan a la ficción posible de la ficción imposible. De ese modo escribimos historias que combinan la edad media con la hechicería, la segunda guerra mundial con los zombies, o el lejano oeste con los alienígenas. El secreto está en escribirlas con la suficiente calidad para que, pese a su eclecticismo, resulten verosímiles. De lo contrario, es muy fácil que hagamos el ridículo.

La fantasía también contiene subgéneros, por supuesto. Pero para que el video no se alargue demasiado, les comento que este tema lo tratamos en un ensayo, junto a las excelentes autoras de fantasía Leonor Ñañez y Carolina Panero, autoras de la fabulosa saga Los Reinos de Hêrion, hace algún tiempo. Lo publicamos en su momento en la página de ELFA, sigla de Escritores de Literatura Fantástica Argentina, grupo del cual, si quieren, podemos hablar más adelante.

El ensayo sobre la Fantasía y sus subgéneros lo pueden leer gratuitamente en el sitio Gcomics. Abajo les dejo el link.

Para concluir, déjenme responder a otra pregunta que me han hecho ¿por qué la llamo literatura fantástica o fantasía, y no empleo el término fantasy, más usado por algunos autores, lectores y la prensa literaria?

Bueno, eso es fácil de explicar. Cuando ingreso a una librería para conseguir material de lectura, ¿le pregunto al encargado o vendedor dónde está la sección de adventure novels? ¿o la mesa de horror stories? ¿o pido ver el estante de science fiction? No, lo digo en castellano. «Perdón jefe, ¿los libros de fantasía, dónde los tiene? Gracias, muy amable». Entonces, ¿porqué llamarla fantasy?

La regla general parece ser que la palabra fantasy se usa para referirse a las historias dedicadas a los adolescentes, separándolas de eso modo de las obras más complejas. Pero eso, ¿no es subestimar a los adolescentes? ¿Acaso los jóvenes no pueden leer a Lovecraft, a Howard, a Tolkien o a LeGuin?

Les dejo la inquietud, por mi parte seguiré llamándola Literatura Fantástica con mayúsculas, porque pienso que se lo merece.

Gracias por haber llegado hasta aquí, nos vemos en una próxima entrega de Una Historia de la Fantasía.

Para leer el ensayo completo de Ñañez, Panero y Díaz, pueden dirigirse a:
¿Qué es la Literatura Fantástica?
Distintas Vertientes dentro del Género Fantástico
Los Mundos en el Género Fantástico