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Una Historia de la Fantasía 13 – Los Eddas Escandinavos y el Cantar de los Nibelungos

por: Claudio Díaz

¡Hola! Bienvenidos a un nuevo capítulo de «Una Historia de la Fantasía», una visión personal surgida de la lectura y el coleccionismo.

Hemos visto en un capítulo anterior, en el que nos ocupamos de la literatura fantástica en el mundo antiguo, que las brujas tal y como aparecen en las obras modernas tuvieron su primera aparición en “El Asno de Oro“, escrito por Apuleyo. Allí las vimos con sus pócimas, sus intrigas, sus rivalidades, sus poderes metamórficos, sus vuelos por el firmamento, sus calderos y sus maldiciones. No han cambiado mucho en veinticinco siglos, por lo menos, en lo que a la literatura se refiere.

En otro programa más reciente hablamos del Rey Arturo y sus Caballeros, conjunto de relatos heroicos y míticos que le proporcionaron a la fantasía moderna elementos fundamentales, como el archimago o gran mago en la persona de Merlín, la espada mágica con nombre propio que todo lo puede como Excálibur, los dragones a modo de amenaza y la búsqueda del objeto mágico necesario para oponerse al mal, como el Santo Grial.

Otros elementos que le debemos al ciclo artúrico son las hadas, regentes de ese otro mundo antiguo y ajeno, el paladín como figura consagrada a una causa justa que no cejará hasta completarla, y los lugares míticos poblados por seres fabulosos y en los cuales las hadas y hechiceras perfeccionaban sus artes, en este caso la Isla de Avalón, inmortalizada por Al Jolson en la famosa canción.

Hoy quiero ocuparme de otro grupo de leyendas que ha dado numerosos elementos a la literatura fantástica moderna, aunque muchas veces los propios lectores lo ignoren. Se trata del grupo de mitologías germana y escandinava.

Una de las obras fundamentales que nos ha transmitido este cúmulo de historias y mitos es el Edda Escandinavo. Fue escrito en nórdico antiguo y se compone de varios manuscritos como el llamado “Codex Regius” o “Edda Mayor“, datado en el siglo XIII, y la “Edda Prosaica” de Snorri Sturluson, cuya versión escrita más antigua es del siglo XIV. Ambos libros nos proporcionan la visión más completa de la mitología nórdica, además de eventos y narraciones basadas en hechos reales, como el descubrimiento de Vinlandia por los vikingos.

Entre las historias que nos narran en el “Codex Regius” está la creación del mundo por los dioses, la creación de los enanos, la lucha entre aesires y vanires, el Ragnarok o fin del mundo, proverbios y consejos, las runas y su significado, la disposición de los nueve mundos, la historia del héroe Helgi y la valkiria Sváfra, y el llamado ciclo de los nibelungos, uno de los más populares y que más obras modernas ha inspirado.

Mientras tanto, en el centro de Europa estas historias se transmitían en forma oral, lo cual generó ciertas divergencias y cambios en los nombres, aunque todavía reconocemos las tramas en el llamado “Cantar de los Nibelungos” o “Anillo de los Nibelungos“. Odín recibe el nombre de Wotan, Thor el de Donner, Loki el de Loge y Gutruna el de Crimilda.

También es cierto que en esta versión aparecen personajes históricos, como Atila el Huno. Según mi apreciación personal, conviene interesarse por ambas versiones y disfrutarlas de la misma manera.

Pero vamos a lo que nos importa: ¿qué elementos aportó este ciclo mítico a la fantasía moderna? Si me apuran, diría que casi todo. Permítanme que enumere:

Primero tenemos un metal mágico, el oro que yace en el fondo del Rin y que está custodiado por tres ninfas o sirenas. Si alguien logra obtener este metal, podrá forjar con él armas indestructibles, talismanes de poder y un anillo mágico que le dará el dominio del mundo a su poseedor.

Los nombre de los enanos que aparecen en el Edda también han sido adoptados por la fantasía moderna: ellos son Durin, Bifur, Bofur, Bombur, Thorin, Fili, Kili y unos cuantos más que conocemos bastante bien. Incluso entre ellos hay un enano de nombre Gandalf, por si les resulta familiar.

Pero fue el enano o nibelungo Alberico quien robó el oro del Rin, y fue el herrero Mime, en algunas versiones hermano del primero, quien le forjó el tan ansiado anillo de poder. Alberico poseía otros talismanes forjados con el oro mágico: uno de ellos era un casco con alas que otorgaba la invisibilidad a quien lo llevara en la cabeza, o le permitía adoptar el aspecto y poderes de cualquier animal o persona. En otras versiones se habla también de una red tejida con el oro, que funcionaba a modo de manto de invisibilidad.

Los dioses Wotan y Loge le robaron el tesoro malhabido, anillo incluido, para pagarle a los gigantes Fasolt y Fafner la construcción del Valhala. Entonces el enano Alberico maldijo el oro y todo lo que había sido forjado con él, sentenciando que sólo habría muerte para quien poseyera el anillo. Lo cual, como era de esperarse, sucedió.

Los dragones custodios de tesoros también aparecen en este ciclo. En particular, el más famoso de ellos es el gigante Fafnir, quien, para quedarse con la fortuna que los dioses robaron a los nibelungos y que estos, a su vez, robaron a las ninfas del Rin, mató a su hermano Fasolt y, gracias al poder del casco con alas forjado por Mime, se transformó en un dragón y se echó sobre las riquezas, en lo profundo de una cueva.

Será Sigfrido quien de muerte a este dragón gracias a una espada mágica forjada con los pedazos de otra espada que perteneciera a su padre Sigmund, quebrada en combate por la lanza de Wotan. Este recurso de las espadas rotas, legadas de generación en generación para ser reconstruidas y utilizadas, también será utilizado en la fantasía actual, y en varias oportunidades.

Los elfos, tanto los oscuros como los de la luz aparecieron por primera vez en este ciclo de leyendas. Los elfos luminosos habitaban un mundo apenas por debajo de Asgard llamado Lijt Álfenjaim, mientras los elfos oscuros moraban en Svarts Álfenjaim, apenas por encima del Hel, el infierno escandinavo.

El héroe humano que se enamora de una mujer perteneciente al dominio de los dioses y lucha para ganar su amor también aparece aquí varias veces, aunque el caso más conocido es el de Sigfrido, quien rescató de su prisión de llamas eternas a la valkiria Brunilda. Ambos se juraron amor eterno y Sigfrido selló este comprimiso entregando a la valkiria su anillo, el mismo que sabemos fue forjado con el oro del Rin y luego maldito por Alberico. Por lo tanto, el romance quedará trunco.

Sigfrido perdió la memoria debido a un hechizo y se enamoró nuevamente de Gutruna, hermana del rey Gunther. Para quedar bien con su nuevo cuñado lo ayudó a conquistar a Brunilda mediante engaños. Pero la valkiria se vengará pidiendo la muerte de Sigfrido e involucrando a toda la familia política del héroe. Crimilda, ahora viuda, se casará de nuevo con Atila el huno y se vengará a su vez de sus hermanos y tío por la muerte de su amado.

Hagen, hijo que Alberico tuvo con una humana y que moraba en la corte del rey Gunther, sabía de la existencia del anillo por su padre, pero antes de poder apoderarse de su herencia, las ninfas del Rin lo tomaron de entre la pira funeraria de Sigfrido. Hagen, desesperado, se arrojó al río y fue arrastrado por su codicia hacia el fondo, allí donde el oro descansaba otra vez.

Me hubiese gustado explayarme un poco más, ya que la historia de los Nibelungos y el Oro del Rin es más que interesante, pero el tiempo es tiranosaurio. Si les interesa, en algún programa futuro podemos verla con más detalle y estudiar a sus personajes.

Espero, por lo menos, haberles hecho comprender el enorme aporte que significó este conjunto de leyendas para la literatura fantástica, sin el cual no existirían algunas de las mejores obras publicadas.

Gracias por haberme acompañado hasta aquí. Nos vemos en una próxima entrega de «Una Historia de la Fantasía».