Prólogo de Timeland
por: Mariano Sicart
Uno se fue y volvió, más activo que nunca. El otro siempre estuvo cerca, participando activamente de cuanto proyecto nacional viera la luz en el medio. El guionista Emilio Balcarce y el dibujante Horacio Lalia, que de ellos se trata, son dos prolíficos creadores de viñetas, históricamente ligados a lo mejor de nuestra historieta. Sin embargo y pese a coincidir durante décadas en las páginas de la recordada Skorpio, de Ediciones Récord, nunca habían trabajado juntos. Al menos, hasta ahora.
Los seis capítulos que componen TimeLand, el proyecto que los reunió por primera vez (esperemos que no sea la última), se publicaron originalmente en la antología italiana Lancio Story, de Aurea Editoriale, durante 2019. Paradójicamente, o no tanto, dada la constante reconversión del mercado propiciada por las nuevas tecnologías, de un lado, y la pandemia de coronavirus, por otro, la difusión del trabajo en nuestro país se dio en forma digital. A través de las pantallas de dispositivos hogareños y móviles, antes que en papel.
Por fortuna para nosotros, los editores responsables de Gcomics vislumbraron la calidad del material y se lanzaron a serializarlo con periodicidad semanal desde su web. Es entonces cuando conocimos esta vertiginosa aventura de ciencia ficción, en cuyo argumento convergen intespentivamente diversos momentos pretéritos de la humanidad, cronomoto mediante. Pero quienes crean que esa es la única dificultad que deberá superar la inusual pareja protagónica de esta original ucronía, están ciertamente equivocados.
Los problemas estarán a la orden del día, multiplicándose conforme las páginas avancen. Una sorpresa tras otra, al mejor estilo folletinesco. Habrá enemigos, sí. Pero también, ocasionales aliados. Siendo Balcarce un empedernido cinéfilo, incluso, a nadie extraña que haya poblado la trama de referencias ligadas a obras emblemáticas del séptimo arte. Allí están, listas para descubrir por el ojo del lector, inteligentemente diseminadas en diversos pasajes de la obra bajo la forma de situaciones, lugares y personajes.
¿Y qué decir de la faz gráfica? A esta altura del partido, con ochenta años recién cumplidos y una extensa trayectoria reconocida mundialmente, uno pensaría que el maestro oriundo de Ramos Mejía rehuiría a este tipo de desafíos. Es que el solo hecho de documentarse respecto de las diferentes épocas y personajes históricos que la trama propone en concentradas dosis, supondría un dolor de cabeza para cualquier ilustrador. Pues bien, allí lo tienen, demostrando talento y oficio en cada cuadrito. Con su experiencia volviendo fácil lo difícil, el tono y la ambientación exactos del guión. Brindando, de paso, secuencias memorables.
Recapitulemos, entonces. Tenemos un gran argumento, no exento de esos finales impredecibles tan típicos del escriba oriundo de Tartagal, dándose la mano con un apartado artístico de corte clásico y moderno a la vez, siempre vigente. Dos grandes historietistas, en una colaboración largamente anhelada. ¿Algo más para que este libro adquiera estatus de clásico instantáneo? Creo que no. Pero compruébenlo ustedes mismos. Pasen y lean. Leer Timeland
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