Eternos conocidos

Autor: Matías Iván Tello
Ilustraciones: Gonzalo de la Rosa & Leo Batic

Historia de amor entre Lucia, la vampira de Mantova y Toranosuke, el lobo de plata.

Era el año 1715 y los Alfa de Italia habían convocado a los del resto de Europa a una cruzada en contra de un Duque en la ciudad de Mantova en la Lombardía; este vampiro se caracterizaba por ser caprichoso y despiadado, mataba todo lo que se le cruzaba y estaba llamando la atención de los humanos su peculiar apetito.

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Lucia era una artista reconocida, pintaba cuadros. Un día el Duque la mandó a llamar al castillo para que lo retratara, al verla él quedó completamente enamorado, la obligó a vivir en su castillo hasta terminar el trabajo y por todos los medios trató de seducirla, ella tímida y de un elevado sentido de la justicia lo rechazó, le repugnaba. El maldito enfurecido, la violó salvajemente y le dio muerte torturándola; un instante antes que ella muriera la obligó a tomar de su sangre, convirtiéndola en vampiro. Pero el castigo no había terminado allí, la llevaron a un claro y la encadenaron para que cuando saliera el sol se muriera calcinada y la abandonaron, pero no contaron con que a la madrugada pasaría un mercader con su hijo, ambos volvían de Verona tras cerrar un tratado. El humano se compadeció al ver atada a la joven torturada, rompió las cadenas con ayuda de su hijo, lo que les costó la vida, Lucia inmediatamente sin control alguno de sus actos se abalanzó sobre ellos, los asesinó y se alimentó de su sangre, el primer trago nunca lo podían evitar, tenían que recargar energías que habían perdido entre el umbral de la vida y la muerte. Una vez saciada y empapada en sangre, volvió su conciencia, se miró las manos empapadas en sangre, sus ropas, vio los cadáveres y comenzó a gritar y a llorar. Los alfa de Viorica estaban cerca con sus carruajes para llegar a Mantova para el asalto próximo al castillo y olieron la sangre, todos sabían que era demasiado olor para una simple herida. Fueron rápido y vieron la espantosa escena. Lentamente la rodearon mientras Lucia pedía ayuda.

Velkan la tomó por la espalda, Razvan se le acercó y le abrió la boca.

Es uno de ellos, es nueva, tiene los colmillos marcados — gruñó.

¡Por favor! ¡Ayúdenme! El duque me torturó y ahora me despierto junto a esta gente —gritaba ella.

¡Tú te los comiste! —le gritó el viejo. Ella gritaba, pataleaba y lloraba desconsoladamente.

Otra víctima de este desviado ser —dijo Viorica mientras le acariciaba el cabello—, mátenla.

No, ¿cómo la van a matar? —les gritó Toranosuke—. Lo hizo sin estar consciente de sus actos, está llorando e indefensa. ¿Dónde está el sentido de justicia con el cual hicimos este viaje?—reprochó el samurái.

No pueden controlarlo, volverá a matar —le explicó secamente Razvan.

No lo sabes —se desesperó el japonés.

Mátenme por favor —suspiraba Lucia. Dragos y Sûbiril tenían tristeza en sus miradas. Velkan no dejaba de sujetarla. Mihaela fastidiada miraba el cielo. Razvan sacó un cuchillo, la tomó del pelo y cuando iba a atacar Toranosuke le tomó el brazo. El viejo gruñó violentamente, pero el samurái no lo soltó y se puso más firme aún.

¿Qué haces? —gritó.

Esto es injusto —gritó el samurái—, no lo voy a permitir.

El viejo soltó el pelo de Lucia y el cuchillo. Inmediatamente ambos se transformaron en hombres lobos de gran tamaño, duplicaban la altura de un ser humano, Toranosuke, plateado y musculoso, Razvan, marrón oscuro lleno de cicatrices, ambos con garras filosas y colmillos del tamaño de un cuchillo. Sûbiril quiso intervenir, pero Viorica con un gesto la paró, así tenía que decidirse, el joven que pone a prueba al viejo, era el posible surgimiento de un alfa. Se gruñeron mutuamente y el oscuro Razvan se abalanzó sobre Toranosuke, tumbándolo y lanzándole zarpazos. Varios lamentos de lobo se escuchaban tras los cortes que recibía el plateado lobo, el viejo fiado, alzó una zarpa lentamente y Toranosuke esperó hasta el último momento, le tomó el brazo y de un mordisco se prendió al cuello de Razvan, el cual pegó un alarido brutal y empezó a escupir sangre.

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¡Basta! —grito Viorica. Toranosuke lo soltó. Ambos volvieron a sus formas humanas con sus ropas rotas, el samurái con rasguños severos en el torso y el viejo apenas se podía parar, escupía sangre y su cuello estaba destrozado—. Ayuden a Razvan, ahora esta criatura es tu responsabilidad —agregó la líder. Toranosuke exhausto pero contento retomaba el aliento y empezaba a regenerarse. El viejo muy mal herido lo miraba mientras Velkan y Dragos lo llevaban a uno de los carruajes.

Si ella nos pone en peligro —lo amenazó—, los asesino.

Toranosuke ignoró la amenaza y rodeó con un brazo a Lucia, la cual seguía llorando en shock, para llevarla a otro carruaje.

Allí fue transportada, durante los días de batalla; por la noche Toranosuke le enseñaba a Lucia cómo comportarse, controlarse, y lo más importante de todo, cómo cazar animales para alimentarse, lentamente todos los alfa ayudaron al samurái, a excepción de Razvan.

De vuelta en Bucarest, en el castillo a ella le destinaron el sótano para evitar la luz diurna, su entrenamiento siguió. Una noche anunciaron un gran baile en el palacio. Era la prueba de fuego, Toranosuke la llevaría a Lucia para que pudiera socializar y así probar que ella no se tentaba, que podía sociabilizar con los humanos. En el camino él la miraba y la veía tan indefensa; ella lo veía como un dios protector, no se separaba de su lado, como un cachorro.

Al llegar bailaron, se divirtieron, hasta que un conocido de Toranosuke le pidió bailar con la bella dama, él accedió sin darse cuenta de lo que podía suceder. El caballero bailó con ella y le habló. Pero Lucia empezó a perder el control, empezó a olerlo, a sentir su corazón, le empezó a dar hambre, con miedo miró a todos lados buscando al samurái, pero solo veía víctimas, no es lo mismo un ciervo que gente joven. Empezó a sentir que sus colmillos salían y que su visión se le ponía borrosa, iba a perder el control. Toranosuke apareció de pronto y la tomó del brazo, se la llevó a un lugar solitario y oscuro con la excusa de que ella se sentía mal, ella se tambaleaba del hambre. Al llegar a un callejón de la vieja ciudad, él se rompió la camisa y le dijo que bebiera, no había animales cerca, solo gente. Ella sabía que él era inmortal y su sed pudo más, le clavó los colmillos y bebió hasta que empezó a tener convulsiones, vomitó parte de la sangre que tomó y perdió el conocimiento. Asustado la llevó al castillo, donde todos los alfa se hicieron presentes. Él les contó la situación, Viorica abrió los ojos.

Entonces, ¿dejaste que bebiera de tu sangre? —preguntó retándolo.

Sí, es que estaba a punto de descontrolarse, ¿va a estar bien? —se preocupó Toranosuke.

Está bien, está como en un estado de letargo —dijo Sûbiril mientras la revisaba.

Te dije que era mala idea —sonrió Razvan. Toranosuke se enfadó, el viejo calló y bajó la mirada.

La sangre de un inmortal poderoso como un Licántropo creado por los dioses debe ser una especie de droga para un vampiro —explicó Viorica—, beben sangre humana, de mortales, pero no sé qué efecto puede tener la tuya.

¿Cuánto tiempo puede estar así? —se angustiaba el samurái.

No sé, es el primer caso que conozco —dijo la maga.

Pasó una hora, todos hablaban en la sala principal del castillo sobre el tema. Súbitamente unos pasos lentos y firmes en la escalera del sótano callaron a los alfa. Lucia subía las escaleras con el pelo desarreglado y la mirada perdida.

¿Estás bien? —le preguntó Toranosuke corriendo hacia ella. Ella lo miraba a los ojos sin decir nada—. ¿Me escuchas?

Sí, te escucho —contestó ella mientras le acariciaba la cara—. Anata wa watashi no ookami desu —agregó la vampiro, el samurái quedó boquiabierto.

¿Qué acaba de decir? —preguntó Velkan.

Que soy su lobo —balbuceó Toranosuke—, en mi idioma.

Nihongo desu —agregó Lucia.

¡Estamos todos y no entiendo nada! —se desesperó Razvan.

Acaba de decir que es de Cipango el idioma en que hablo, las islas de dónde vengo —explicaba emocionado el nipón—. Anata wa dare desuka.

Watashi wa Lucia Mantovani desu —contestó ella.

Me estoy perdiendo, por favor hablen nuestro idioma —se empezó a fastidiar Sûbiril. Toranosuke sonreía con muchísima emoción, ella le devolvió la sonrisa y acercó su rostro al de él lentamente hasta besarlo apasionadamente. Toranosuke no se movió, el resto entendía cada vez menos.

¿Qué tienen los orientales? —dijo Razvan al oído de Dragos.

Quizás se bañan más que nosotros —contestó Dragos—; de hecho, me parece que Toranosuke se baña en exceso.

Ella tomó a Toranosuke de la mano, hizo oídos sordos a las preguntas de todos y lo llevó fuera del castillo, a unos jardines muy bellos. El samurái seguía mudo, estaba en un sueño, se sentaron juntos a ver la luna. Él la miraba, pero cada vez que le quería decir algo, abría la boca y nada salía de ella. Lucia lo notó y apoyando su cabeza en el hombro del guerrero le dijo: “Te conozco de toda la vida, conozco cuánto sufriste, cuánto peleaste desinteresadamente por el bien del indefenso, cómo amaste con pasión, cómo a pesar de las heridas seguiste amando, cómo luchaste contra todo, conozco del bien que eres capaz, sé lo que piensas, lo que pensaste cuando me viste, te viste reflejado en mí, condenados a algo que no elegimos, desde que me viste quisiste protegerme, arriesgaste tu vida por mí, siento la ternura con la que me miraste, sé que ahora soy parte de ti y tú parte de mí, sé que somos eternos para ambos y sé que te voy a amar toda la eternidad como tú a mí”. Él sintió que no podía decir nada, que estaba todo dicho. Quería acariciarla suavemente, pero le daba miedo, sabía que no lo iba a rechazar, pero esto era raro. Ella sintió eso y le tomó la mano de él y se la apoyó en su mejilla, él comenzó a acariciarla. Era todo pura verdad, no había nada que esconder o develar, ella estaba con el Toranosuke real.

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