Cuidado con las puertas

Autor: Mario Dvorkin
Ilustraciones: Fragmento de pintura de Gustav Klimt

José Hernández. 9 de la mañana.

Marcial bajó corriendo las escaleras cuando ya estaba sonando la señal para el cierre de las puertas.

-¡Que raro! -pensó. -Habitualmente el subte llegaba 2 minutos después…

Otro día hubiera dejado que se fuera, pero ese día tenía una reunión muy importante. Saltó como si fuera Manu en la final de los play-offs, pero fue retenido a mitad del vuelo como por dos férreos defensores.

Se zafó a tiempo del abrazo de las puertas pero la inercia lo hizo colisionar con la espalda de una figura alta y flaca ataviada de negro que se sostenía de uno de los caños del coche.

-Perdón- dijo mientras se frotaba el pecho en el lugar en que había golpeado contra el codo flexionado del otro pasajero. –¿De qué está hecho este flaco, ¿de acero? –se preguntó.

El aludido giró lentamente la cabeza, cubierta con una capucha negra y con una gélida voz le espetó

-A ver si tiene más cuidado, casi me mata, animal!-

Estaban en el vagón de cola. Recorrió con la vista los asientos y no reconoció a los habituales pasajeros con los que compartía su rutinario viaje. Estos eran casi todos jubilados aunque con algún ocasional joven. Creyó reconocer a Alicia Gomez, su vecina del 8B, a la que odiaba.

Volvió la vista al misterioso personaje. En su mano izquierda increíblemente blanca sostenía un pergamino amarillento. Parecía una lista.

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Marcial se asomó sobre el hombro izquierdo para verla mejor.

-¿Por que no se compra el diario en vez de leer de ojito?-

-Si disculpe- musitó Marcial por segunda vez.

Olleros.

El tren arrancó y aceleró. Marcial se acomodó al lado de la figura de negro. Lo que tenía en la mano era una lista de nombres y parecía estar contando el número de ellos.

-Ah veo que está en ventas ¿no? Yo también- dijo orgulloso. ¿Cuál es su rubro?

-Dieciciete. O era dieciocho?. ¡Ya me hizo perder idiota! ¿Por qué no se ocupa de sus cosas?

– ¡Eh bueh!. Qué carácter!

Marcial se agarró del caño y observó que no era realmente un caño. Era una vara. Elevó la vista hacia el techo y con espanto comprobó que terminaba en una hoja curva de metal brilante.

En ese momento el subte tomó una curva y Marcial se agarró involuntariamente de la mano izquierda de su vecino. Solo era de hueso. Dio un grito de espanto. Los pasajeros sentados lo miraron con reproche.

-Veinti… otra vez!¿Usted es boludo o se hace?- preguntó la esquelética figura.

-Us..usted ,.. ¿es la Muerte?-

-¡No! Soy Pamela Anderson, ¡imbécil!-

Lo ignoró y volvió a su lista.

-Uno, dos, tres….

En Carranza, Marcial tomando coraje, le dio un golpecito en el hombro, o para ser mas preciso, en la escápula.

-¿Y ahora que le pasa?-

-No, estee.., me preguntaba ..¿que hace usted en el subte?-

-Lo mismo que usted, tarado. Viajar. Y volvió a su lista.

-Dieciseis, diecisiete….

Palermo.

-Y por qué?

La muerte suspiró. Lo encaró con sus cuencas vacías cubiertas por la tela y le dijo.

-¿Que queres?, ¿que camine? ¡Con el frio que hace!

-¿Usted siente frío?

-Te quiero ver a vos sin grasa y sin piel y con una tela de verano a ver que sentís!-

A Marcial le cayeron las fichas de golpe. Allí, en la estación Plaza Italia,a su lado estaba nada menos que La Muerte. Sin duda había venido a buscarlo. Un escalofrío recorrió su columna vertebral. Se iba a morir. ¿Por qué? ¿Qué había hecho? No. Debía tratarse de un error.

-Escúcheme.¿No será un malentendido? Que se lleve a esa bruja del 8B está bien, ¡bien merecido lo tenés, vieja de mierda! ¿Pero yo? Yo no hice nada.

-¿Vos me querés decir cómo hacer mi trabajo?

-No, por supuesto que no. Marcial pensó un rato. -Tal vez se podría arreglar de alguna manera..

La muerte amplio su eterna sonrisa.

–Argentinos- dijo. ¡Se creen que todo se arregla con plata!

-Y si lo jugamos al ajedrez.- dijo mientras el tren abandonaba Scalabrini Ortiz-

-No se jugar. Eso es un bolazo de Bergman-

-¿Al truco?-

-Ya me cagaron una vez con ese juego del orto-dijo mientras resumía el conteo.

-¿Al TEG?

La muerte bufó y se corrió hacia adelante.

-¿Al Ludo?

Con un gesto de fastidio se descubrió el cráneo desnudo y le gritó

-¡Cortala de una maldita vez, enfermo, que no me puedo concentrar!.

-Bueno, está bien.¡ Qué muerte más mal educada!- dijo Marcial. Y luego se quedó callado un par de estaciones.

La muerte resopló. –¿Y cómo carajo querés que lo sepa? Yo me mato laburando acá! No tengo tiempo para viajar muy lejos. Ahora si me permitís.- Treinta y uno, treinta y dos…

Llegando a Tribunales Marcial comenzó a desesperar. Se arrodilló todo lo que su panza le permitió-

¡Por favor!- se lo suplico. No me lleve, no me lleve. Tengo familia. No quiero morirme..-sollozaba mientras se aferraba a la túnica.

La muerte trató de apartarse.

-¡Soltame la pilcha pelotudo, que me la vas a romper!..

-Por favor, por favor,..gimió Marcial

-Te dije que….

¡Riiiip!

-Noo!, la co…

¡Shhhhhhhhh!!

La guadaña bajó como un suspiro y un objeto redondeado salió rodando hacia el extremo del vagón.

Finalmente, la formación arribó lentamente a la estación terminal iluminada como una Catedral gótica.

El supervisor tomó la lista de las huesudas manos y entró a recorrer el vagón.

-Flaca, ¡vení para acá! Trajiste uno de más!-

-En serio? Y qué diferencia hace, es solo uno.

-¿Vos me estas cargando?

-Dale. Dejalo pasar por esta vez. Es uno solo, y encima es un forro. Nadie lo va a extrañar.

-Reglas son reglas. Llevátelo de vuelta.

-¿No lo podemos arreglar de alguna manera?

-Parca, ¡te lo advierto!

-Qué tal una partida de Ajedréz, ¿truco…, dados?

-¿Querés que llame al de arriba?

-Uh Bueno ¡Esta bien! -dijo resoplando la Muerte mientras se volvía al vagón.

Se detuvo a unos pasos y se volvió hacia el supervisor.

-¿Y ahora qué?

-¿No tendras un poco de Poxipol para prestarme?

Como homenaje al gran Woody

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