Como corregir un texto

por: Claudio Díaz

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(El disertante toma asiento. Se acomoda el monóculo y comienza a hablar):

Ser un autor independiente no es fácil. No alcanza con ponerse a escribir.
Hay que juntar dinero para pagar la impresión y el papel, ocuparse del diseño interior y de portada, conseguir un ilustrador… Todo lo antedicho puede hacerse –y muy bien– con paciencia. Pero un punto muy importante del proceso suele pasarse por alto: la corrección del texto o guión (enciende su pipa mientras deja que sus palabras se desvanezcan lentamente).
A veces por desconocimiento, otras veces por apuro, unas pocas por ego y otras más por falta de dinero, suele suceder que el autor novel envíe su libro a la imprenta sin una corrección profunda. Y cuando pasa la emoción enorme de ver su obra plasmada en el papel, encuentra que se le escaparon algunos pequeños errores –en el mejor de los casos–.
¿Cuáles son estos errores? (señala al público con la boquilla de la pipa) ¿Todos son importantes? ¿Cómo separo lo que es el estilo personal de lo que es lisa y llanamente una burrada?
Bien, en mi calidad de corrector de texto, intentaré aclarar para qué sirve una revisión bien hecha (acomoda sus papeles y continúa).

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Comencemos por aclarar que existen varios niveles de correcciones:

1 – Corrección Ortográfica

Esta revisión del texto no puede evitarse nunca. ¡Nunca! Debe ser realizada a como de lugar, sí o sí. Los lectores de fantasía –como todo lector que disfrute de la lectura por el placer mismo– van a reaccionar mal si el texto está plagado de faltas (vuelve a encender su pipa, que se había apagado).
No obstante, hasta el más hábil escritor puede cometer un desliz. Supongamos que una o dos faltas cada 10 páginas podrían pasar sin distraernos. No debería suceder, aunque como lectores sabremos perdonarlas. Pero una o dos faltas de ortografía por página sería algo terrible de leer. ¡Terrible! Sencillamente, el libro dejaría de interesarnos, por más fantástica que fuera la historia. Créanme, los lectores somos así de implacables (y arroja el libro por la ventana).

2 – Repetición de Palabras

Un autor no tiene que saberse todo el diccionario para atraparnos. Por supuesto que no; eso se lo dejamos a los especialistas (sopla el monóculo y lo limpia con un pañuelo). Pero tampoco puede repetir palabras todo el tiempo, en especial dentro de un mismo párrafo.
Por ejemplo, si describe una casa, lo ideal es que la palabra aparezca una sola vez, y utilice en las oraciones siguientes otros sinónimos –construcción, hogar, cubil, vivienda, edificación, aguantadero–, las posibilidades son enormes.
He escuchado a autores excusarse diciendo que escriben fácil porque sus lectores son chicos o adolescentes. ¡Terrible error! Los adolescentes que conozco pueden leer a Tolkien sin dificultad, ¿por qué perderían el tiempo con alguien que escribe fácil porque, en el fondo, posee un vocabulario restringido? (arroja el libro al cesto de los papeles).
También resulta molesto leer una y otra vez el nombre –o apodo– de un personaje dado. Debemos tratar de utilizar otras palabras que lo identifiquen, como su nacionalidad, su cabello, su fisonomía o su profesión.

3 – Tiempos Verbales

Un error bastante común y que no se lo toma como tal, es el de conjugar los verbos dentro de una misma frase pero en tiempos verbales diferentes. A veces es correcto, por supuesto, pero en otras ocasiones podemos exponernos a leer algo descabellado como lo que sigue:
“El guerrero levantó su espada y la descargaba con furia; el otro simula tropezar para tenderle una trampa”.
Un verdadero desastre. La frase correcta sería la siguiente:
“El guerrero levantó su espada y la descargó con furia; el otro simuló tropezar para tenderle una trampa”.
Para un lector asiduo, la primera frase es como ir en moto por el empedrado. La segunda, como imaginarán, es el más liso de los asfaltos (coloca el libro bajo la pata de la mesa).

4 – Repeticiones de Conceptos

También se consideran errores a las frases que repiten un concepto dado. Ejemplos:

Corrió detrás de él para perseguirlo.
Desenvainó su espada sacándola de la funda.
Se deslizó por la pendiente hacia abajo.
Eliminó a todos los alienígenas hasta que no quedó ninguno.

Estos casos suelen suceder cuando el escritor, impulsado por el sentimiento, escribe más rápido de lo que piensa. Por ello es tan importante leerlo luego con calma y atención (coloca el libro en el estante inferior, allí donde se quedan los libros que no volverán a leerse en mucho tiempo).

5 – Errores de Continuidad

A cualquier escritor le puede pasar que, emocionado por las ideas que se le están ocurriendo, escriba de corrido y sin parar. Cuando llega el momento de la revisión sigue tan emocionado que no nota que se le ha escapado un error de continuidad. ¿Cuándo se produce esto? Cuando un personaje recurre a una herramienta que dudosamente pudiera tener consigo –saca un destornillador del bolsillo del traje, en una fiesta de gala–; cuando el héroe ha perdido su espada en la lucha y varios párrafos después vuelve a tener otra en su mano sin explicación alguna –podemos suponer que la encontró, que la compró o que cayó del cielo, pero mejor si el autor nos dice cómo, cuándo y dónde–; o cuando un personaje aparece en el lugar de la acción y jamás –pero jamás– se explica cómo llegó allí (duda un momento y mira su pipa; se le ha vuelto a apagar).

6 – Estilo

El estilo es algo que pertenece al autor, y no debe corregirse nunca. No importa si desea escribir a la usanza decimonónica, o emulando a los autores de tal o cual escuela, o genera su propio estilo personal; mientras no contenga errores, debe respetarse.
El corrector que, por ejemplo, tache los gerundios cuando estén puestos correctamente –o corrija los adverbios terminados en mente porque sí, ya que estamos–, es un asno o un vivo que pretende cobrar de más.
Claro que existen casos de gerundios mal utilizados, pero eso no se debe solucionar quitando todos los gerundios de un plumazo (ofuscado, vuelve a encender su pipa).
Así como también existe el abuso –muy molesto– de adverbios terminados en mente. Pero al eliminarlos por completo no hacemos más que errar por defecto lo que habíamos equivocado por exceso (examina con atención al público, le parece no haber sido comprendido del todo, pero sigue adelante; la pipa se ha vuelto a apagar).

7 – Recomendaciones Finales

Los programas de escritura poseen correctores de texto, pero no son perfectos. Sería mejor estudiar las reglas ortográficas y mantener la sana costumbre de la lectura; de ese modo poco a poco iremos incorporando los conceptos importantes y acostumbrándonos a escribir correctamente.
Si van a utilizar procesadores de texto, utilícenlos sin autocorrección. Para que se den una idea: usarlo sería como conducir una bicicleta pero con las rueditas puestas para no caer. ¿Se puede? Sí, claro. Pero hay que crecer.
Y por último: recuerden siempre que nuestros lectores leen por placer, no por obligación; por lo tanto, debemos hacerlo lo mejor posible. Como en cualquier competencia, llega más lejos quien esté mejor preparado.
(Y tras estas palabras, arroja la pipa por la ventana).

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